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No lo estás haciendo bien. Siento ser yo quien te lo diga.

La historia de como llegué a la conclusión más importante de mi vida.

Hoy quiero contarte una historia. Una historia un poco personal.

Una historia que viví y que seguramente conozcas; porque lo más seguro es que la hayas tenido que vivir tú también.

Y la seguirás viviendo a menos que te tomes en serio este mail. Te lo aseguro.

Bien, desde que tengo uso de memoria, recuerdo haber crecido en un hogar en el que siempre han exigido lo mejor de mí. Nada menos que lo excelente.

Y nunca han querido escuchar ninguna excusa de por qué mis resultados (en lo que sea) no han sido tan buenos como ellos esperaban.

Curiosamente, mis resultados NUUUNCA eran tan buenos como esperaban. (Supongo que son los defaults settings de cualquier familia inmigrante marroquí)

Y sinceramente, no sé si es la necesidad de validación que tenemos de pequeños, o el sentido de orgullo que queremos defender… pero siempre intentaba dejar a mis padres y hermanos boquiabiertos.

Gracioso era, que nunca lo conseguía.

Lo que conseguía, según ellos, era mediocre, mal hecho, mejorable o (y esta me mataba) “no es para tanto”.

En algún momento de entre mi adolescencia y juventud empecé a cambiar de público y empecé a querer impresionar a mi círculo social.

Pero fuese por una u otra razón… siempre quería demostrar de lo que soy capaz.

Ya sea a otras personas para que me reconociesen o en última instancia a mí mismo para consolarme y no pensar que soy un completo inútil.

Y estoy seguro de que tú también sientes lo mismo.

El problema está en que durante mi lucha constante de querer hacer o construir algo digno de ser contado… me daba de frente con unos muros que seguro que te suenan.

Falta de disciplina.

Falta de constancia.

Falta de claridad.

En resumen… falta de buenas decisiones. Ya sean grandes o pequeñas. A largo plazo o a corto plazo. Eventuales o habituales.

Y claro, yo tenía que superar esos baches. No podía simplemente seguir siendo recordado constantemente por mi círculo o por la propia voz de mi cabeza antes de dormir, que yo no valía para nada.

Me negaba rotundamente a que esas voces me persiguieran día y noche.

Pero por desgracia, en mi eterna búsqueda de mejora personal, no conseguía dar con la solución a esos muros.

No conseguía ser mejor. Más decidido, competente, disciplinado, constante, atractivo… no conseguía dar con la clave para convertirme en alguien de quien sentirme orgulloso.

Cientos de libros, reels, videos de YouTube, directos, cursos… y nada parecía funcionar. Algunos hablan de herramientas, otros de sistemas, otros de motivación… de todo. Pero me daba la sensación de que eso era demasiado superficial para mí.

Que mi problema era más grave que lo que me contaban esos gurús en internet.

Que había algo más profundo. Algo que sentía que solo yo sufría.

Sentía que dentro de mí tenía un enemigo que saboteaba mis intentos de mejorar en lo que fuese.

Alguien dentro que me convencía de abandonar cuando no debía, que me desalentaba cuando iba bien, que me distraía cuando estaba enfocado…

Pero no bajé los brazos. Seguí luchando intentando encontrar esa clave. (Porque repito, no pienso vivir mi vida como un NPC)

Y entre intentos, consultas, miles de euros en formaciones, crisis existenciales, errores garrafales, y conversaciones íntimas con la depresión… acabé dando con el secreto que andaba buscando.

Acabé por entender de donde venían todos mis fracasos.

Y tal como sospeché desde el principio… venían de dentro. De muy adentro y muy profundo. De mi propio nafs. Ese mismo nafs fue mi más grande obstáculo todo este tiempo.

Fue ahí cuando me di cuenta de que tooodo el trabajo que había hecho en los últimos 6 años de mi vida… tenía que haber empezado desde dentro.

Y cuando entendí eso… ALHAMDULILLAH.

Tuve que aprender a domar ese nafs y para hacer eso tuve que sumergirme en las profundidades de la gestión emocional.

Te aseguro que no fue fácil.

Pero una vez conseguido logré la mayor hazaña de mi vida.

Dejar de ser mi propio enemigo. Mi propio mayor obstáculo.

Ahora puedo desear cosas, perseguirlas, aprender en el proceso, experimentar, conseguir, lograr… ahora puedo sentirme profundamente satisfecho y orgulloso conmigo mismo. Porque puedo avanzar.

Y como dijo Tony Robbins en su momento; el progreso es la felicidad.

Así que hermano/a que me estás leyendo. Deja de obsesionarte con técnicas de estudio, planes de negocio, trucos de desarrollo personal, rutinas de ejercicios y dietas personalizadas.

Deja de buscar fuera de ti la solución mágica a tus problemas. Porque no la vas a encontrar. Al menos no por ahora.

Y te lo digo yo que me he dejado 6 años de mi vida (desde que me puse enserio) y más de 7000€ en el proceso para aprender esa lección.

Empieza desde dentro. Empieza aprendiendo a gestionar tus emociones y esclareciendo tu identidad. Empieza deshaciendo el nudo que llevas arrastrando desde siempre del que ni siquiera te has dado cuenta.

Si haces eso verás como tu vida se desenvuelve delante de ti como el rulo de plástico que ponen sobre las mesas en las bodas moras para no ensuciar las mesas del 9a3a con bastela dyal 7ut.

Sí, sé que es un ejemplo muy inesperado. Pero yo siempre soy inesperado. Tal vez por esa razón te has quedado hasta el final de este correo.

En resumen, aprende a gestionar tus emociones.

(Encuesta) ¿Sientes que tus emociones también son el problema real en tu vida?

Si después de leer este mail te sientes identificado con lo que has leído, hazmelo saber con tu respuesta. Me ayudará a ofreceros una solución.

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Baraka lahu fik/i, y nos vemos en el próximo correo.